domingo, 21 de febrero de 2021

Gracias, Antonio

Hace poco más de un mes fallecía una de las personas que más bagaje cultural atesoraba que he conocido en mi vida. Se llamaba Antonio Millán Hernández, y no sé si suena muy ortodoxo expresarlo de esta manera, bagaje cultural, pero es que no se me ocurre otra forma mejor de describir, no ya todo su saber sobre cine, literatura, teatro, historia local, etc. sino su dilatada experiencia de cómo aplicar sus conocimientos a la parte del mundo en que le tocó vivir. Villarrubia de los Ojos, provincia de Ciudad Real. Desde finales de los años 40 a la actualidad.

Nacido entre celuloides, se puede decir que su infancia y adolescencia se asemeja mucho a la del niño protagonista de la película "Cinema Paradiso", según el mismo reconocía en la extensa entrevista que a lo largo de tres números de la revista "Desde el Árbol Gordo" le hizo el profesor y escritor Jesús Fernández Vallejo. Y quizás fue esa infancia en medio del negocio familiar del cine la que marcó su vida, pues siempre que hablabas con él te hacía sentir su devoción por este arte. Devoción que transmitía tanto por la vasta erudición que atesoraba, fruto en buena parte de los miles de películas que tuvo que visionar en el local familiar, como por su forma de relacionar estos conocimientos que tenía sobre cine con otras artes como literatura, teatro, etc. y, con socarronería, con la vida en general. Incontables son sus anécdotas de cómo influían las películas en la dura vida de las gentes de un poblacho manchego de la posguerra.

Pero sus inquietudes culturales no se quedaron sólo en ese cine de su infancia, que nunca abandonó. Así, añadida a su también pasión por la literatura, los años de la transición, y el aperturismo que se dio en ciertos ambientes religiosos y culturales, vieron nacer sus primeras aproximaciones al mundo del teatro. Un mundo el del arte dramático que también lo marcaría y que, al igual que la sala de proyección al lado de la cual dormía de niño, lo acompañó hasta sus últimos años de vida en la forma de los recitales de poesía que anualmente venía organizando.

Y aquí entro yo en esta historia. Aunque sabía desde que era adolescente quien era Antonio Millán, ya que su familia era la que tenía uno de los dos cines que quedaban en el pueblo durante mi infancia y adolescencia, hasta que no llegué a adulto no traté con él. Primero, en las sesiones cinematográficas semanales del cineclub Bogart, y luego, como un miembro más, algo circunstancial eso sí, de su "troupe" de los recitales de poesía anuales. Sin cortar mi trabajo de coordinador y maquetador de varios de los números de la revista "Desde el Árbol Gordo" en los que publicó algún artículo.

Y así se puede decir, también, que fue como aprendí muchas cosas de cine y de bueno, la vida cultural de mi pueblo en general. Recuerdo con cariño muchas de las sesiones de cine en el café Bogart y cómo cuando tú le mencionabas una película clásica, él te decía: "sí, esa está muy bien, pero esta otra..." y se ponía a hablar y hablar, y te citaba diálogos completos. Y luego llegabas a ver esa película menos conocida de la que él te había hablado, y ¡zas! resultaba que tenía razón y que era una obra maestra.

¿He dicho hablar y hablar? Jesús Fernández Vallejo en su entrevista ya mencionada, que se titula "Historia(s) de un juglar cinéfilo: Antonio Millán", llama a Antonio "homo narrans". Pero es que si hay algo que le definía, aparte de toda esa cultura general que atesoraba, era su pasión por transmitirla, sin ser pedante ni sentir que te mirara por encima del hombro. Siempre además sabiendo situar cada conversación en su contexto, y salpicándola con chascarrillos del pueblo cuando tocaba.

Hablar y hablar, sí. Y parece que a estas alturas de la película holgara decir de qué, pero es que hace tiempo vi en televisión a un conocido cantante y músico actual comentar con el concursante de un programa musical en el que participaban que ellos hablaban "piano", en el sentido del código de comunicación empleado. Como si también se pudiera hablar "ajedrez", "fútbol" o "metafísica", igual que hablamos francés o español. Y ¿"qué" hablaba Antonio Millán? Yo, para mí, hablaba "cine", pero para otros seguro que hablaba "teatro".  O "Moraos", en referencia a una hermandad religiosa de la localidad con la que colaboraba. O "artesanía", otra de sus pasiones, aparte de ocuparle parte de su vida profesional como carpintero o tapicero. Etcétera. Etcétera.

En resumen, hablaba "vida". Y la transmitía en cada una de las actividades culturales en las que, incansable, participaba. 

Y por ello, gracias.



Imagen extraída de la entrevista publicada "Historia(s) de un juglar cinéfilo: Antonio Millán"


Números de la revista "Desde el Árbol Gordo" donde aparece la entrevista mencionada en el artículo:

https://www.bibliotecaspublicas.es/dam/jcr:e4b460c5-ed22-43a7-a96d-e7cf25e61138/DesdeElArbolGordo13_web_comprimido.pdf

https://www.bibliotecaspublicas.es/dam/jcr:7a70e977-4be5-4327-894f-3231d7e61620/DesdeElArbolGordo14v4Completo_comprimido.pdf

https://www.bibliotecaspublicas.es/dam/jcr:97bde063-2e5e-4b44-8300-ee2551b763dd/DesdeElArbolGordo15Completo_compressed.pdf

Entrevista-reportaje a Antonio Millán para el proyecto "Misuperabuelo.com":

https://www.youtube.com/watch?v=ZeGOo9inAKI&fbclid=IwAR3ar0S6asUAXYXyHcyH4dVxA6LiBAg0LGV-eGTEkau5TD34E66zZQYkwmM

sábado, 6 de febrero de 2021

Pero, ¿qué diantres tenía Cristopher Plummer?

 Así es. ¿Qué diantres, por no emplear otra palabra malsonante, tenía este actor canadiense que acaba de fallecer a los 91 años que hacía que nos gustara tanto su presencia en la gran pantalla? ¿Esa apostura de gentleman con apariencia de darle todo igual? ¿Esa sonrisa de pillo? ¿esa fisiología camaleónica que le hacía poder dar vida a los más variopintos personajes? ¿o al final era el saber en nuestro interior que si estábamos viendo una película suya es que iba a ser una buena película?

Es difícil responder a eso, como a todas las grandes preguntas relacionadas con este arte que es el cine. Aunque en mi caso lo tengo más o menos claro. Conocí a Christopher Plummer al mismo tiempo que me quedé boquiabierto viendo la imagen en televisión de una calavera sobre un fondo oscuro coronada con una resplandeciente corona de oro. Una agradable noche de hará algo más de treinta veranos… y un millar de años. Los que hayan visto “El hombre que pudo reinar” (John Huston, 1975) puede que les suene esta referencia temporal, porque es a esta película a la que me refiero. Y es que la escena en la que su personaje del genial escritor Rudyard Kipling exclama anonadado “¡Carnahan!” ante la visión del maltratado aventurero Peachy “Taliaferro” Carnahan es una de las que han marcado desde siempre mi memoria cinéfila.

Pero es que este actor tres veces nominado al Óscar nos ha acompañado en las últimas ¡seis décadas! Y nos ha dejado imágenes que van, desde las de algunas de sus primeras películas como capitán Von Trapp de “Sonrisas y lágrimas” (Robert Wise, 1965), donde hacía de retirado oficial austriaco enfrentado a los nazis; o como el espía inglés Eddie Chapman de “Triple Cross” (Terence Young, 1966) también ambientada en la Segunda Guerra Mundial; hasta las más recientes “Todo el dinero del mundo” (Ridley Scott, 2017), en la que encarna al magnate del petróleo Jean Paul Getty, o Principiantes (Mike Mills, 2010), en la que su papel, de un entrañable anciano que al enviudar decide dar a conocer su verdadera condición de homosexual, le valió su único y merecido Óscar.

Todas éstas, pasando por films menos conocidos pero de incuestionable calidad como “Asesinato por decreto” (Bob Clark, 1979), dónde daba vida a un Sherlock Holmes enfrentado nada menos que a Jack el destripador, ¿alguien puede pedir más?, o la genial “Escarlata y negro” (Jerry London, 1983), de nuevo en la Segunda Guerra Mundial pero esta vez haciendo de despiadado oficial nazi en la Roma ocupada por los alemanes. Y acercándonos a la última época de su vida, y una edad dorada en su filmografía jalonada de papeles secundarios pero interesantísimos, nos encontramos personajes como los del detective de “Eclipse Total” (Taylord Hackford, 1995); el mismísimo Aristóteles, en Alejandro Magno (Oliver Stone, 2004); o el cínico y enigmático banquero de “Plan oculto” (Spike Lee, 2006).

En resumen, una carrera brillante de un actor carismático que ha sabido mantener un nivel altísimo hasta una edad muy avanzada. Baste decir que su última película, “Puñales por la espalda” (Rian Johnson), es de 2019. Es decir, rodada cuando tenía 89 años.

Y un actor que para muchos, entre los que me cuento, forma parte de la terna mítica de intérpretes principales de “El hombre que pudo reinar”, junto con Michael Caine y el también recientemente fallecido Sean Connery. 

Pero de Connery, parafraseando a cierto cómico español muy conocido, hablaremos otro día. Hoy queremos terminar esta entrada del blog con la mención a "Triple Cross". Se trata de una película muy característica dentro de la filmografía de Plummer, que debe su nombre a las tres condecoraciones que recibió por parte de los aliados y también de los nazis, el personaje en que está basada, un espía agente doble durante la Segunda Guerra Mundial. Inglés. No se dejen engañar por su atuendo en el afiche, no les pase como a los nazis. 

Aunque con esa sonrisa...






lunes, 19 de octubre de 2020

Antidisturbios

Acabo de terminar de ver, de devorar, la última serie de Movistar: Antidisturbios, de Rodrigo Sorogoyen. Una historia trepidante, un reparto de lujo y un paisaje de fondo no por conocido menos sorprendente hacen de esta serie un ejemplo de producto de ficción nacional del más alto nivel.

Se puede hablar de las buenas críticas recibidas (vease Filmaffinity como muestra), del estupendo trabajo de los actores (el gran Hovik Keuchkerian me tiene cogido el pan debajo del brazo desde que lo vi allá por Viriato), o de las tremendas escenas claustrofóbicas de acción y de enfrentamiento entre personajes (la escena del bar del último capítulo, de la que yo venía avisado por la entrevista a los actores en El Hormiguero, es antológica). Pero lo que a mí más me ha gustado es, lo que yo entiendo es un homenaje a un colectivo aunque polémico necesario en el panorama social actual, los policías de antidisturbios.

Saca de todo esta serie en cuanto a este grupo de trabajadores, no nos vamos a engañar. Y aquí en mi opinión la serie se excede en lo que puede ser su único pero importante punto flaco. Los hay chulescos, acosadores, que coquetean con las drogas, e incluso directamente delincuentes inmersos en una trama criminal de la que por cierto no se libran ni jueces ni políticos. Esto lo digo por los que han visto en esta serie un ataque a estos funcionarios. Pero en casi todos los casos estas conductas están más o menos ocasionadas por la traumática labor que desempeñan. Y nunca o casi nunca pierden de vista el hacer bien su trabajo y el bien común. Incluso hay algunos de ellos que, a pesar de situaciones familiares que merecerían ellas sólas una película aparte, logran mantener un equilibrio emocional con el que van superando su difícil día a día convirtiéndose en auténticos heroes a la vista del espectador.

¿Y por qué digo que lo que más me ha gustado es este homenaje que percibo en la serie? Por el final. No les voy a "destripar la película", pero desde que empieza la serie hay un aroma en el ambiente que recuerda a algo. Pues bien, se ven en el último capítulo ciertos personajes de dibujos animados en un barco en un muelle. Y al hacerlo se hacen todavía más visibles las imágenes de las que ellos no tuvieron culpa y que, como yo, tenemos en la memoria de un 1 de Octubre de hace unos años. Cuando a primera hora de la mañana y aún no se había liado la que se lió, vimos por televisión como en fila india iban pasando estos uniformados entre hordas de personas que parecían normales (si es que se puede aplicar esa palabra a alguien) pero que no dejaban de gritarles con caras de odio absoluto a escasos centimetros de sus cascos mientras ellos se disponían impavidos a cumplir su trabajo.

Pero dejando de lado el tema político, que lo hay como en muchos thrillers de acción, se trata de una serie muy buena, y muy recomendable. Y a eso creo que me he puesto con este artículo y espero haberlo hecho bien. Ya me contarán.

(Fuente de la imagen: Filmaffinity)


jueves, 6 de febrero de 2020

Pero si me dan a elegir

Pero si me dan a elegir... eso pensaba yo cuando recapacitaba sobre la muerte en el día de hoy de nada menos que Kirk Douglas. La leyenda. 103 años. "El hijo del trapero", como así título su primera autobiografía Issur Danielovitch, que es como en realidad se llamaba este hijo de inmigrantes judíos de Europa del Este.
¿Y con cuál de sus papeles me quedaba yo, si me dieran a elegir, como decía Joaquín Sabina en su famosa canción? Uno enseguida se va a Espartaco, cómo no. Pero no le van a la zaga sus papeles de Vincent Van Gogh en "El loco del pelo rojo", o del productor sin escrúpulos de "Cautivos del mal", o del coronel francés de "Senderos de gloria", o Doc Holliday en "Duelo de titanes".
Estos títulos, por citar sólo los que parece ser que de forma canónica se consideran como los más emblemáticos de su carrera como actor.
Pero hay muchos, muchos más. Sin los cuales, mi formación sentimental y mi pequeña cinefilia no serían lo que son hoy. No me gustaría el cine como me gusta sin sus personajes de príncipe vikingo en la película Los vikingos, de marinero en "20000 leguas de viaje submarino", de torturado pistolero en "El último atardecer" o de también pistolero pero esta vez tramposo en "El día de los tramposos". No habría desarrollado una cierta afinidad hacia los outsiders y defensores de las causas perdidas sin papeles como el que interpretó en el western "La pradera sin ley" y no le pondría unas imágenes tan familiares, si se me permite la expresión, al Ulises de la Odisea, si no hubiera encarnado a este héroe en la película del mismo nombre.
Pero sin me dan a elegir... entre todas estas vidas. ¿Cuál escojo?
Hoy es un día triste para los amantes del cine. Hace dos días moría también José Luis Cuerda. A su modo, a nuestro modo, otro grande.
DEP.






jueves, 10 de enero de 2019

La canción del bisonte

Ilustra la portada un bisonte de los de la Cueva de Altamira, y tiene por subtítulo: "La novela sobre la primera guerra de la Humanidad". Toda una declaración de intenciones, y es que este libro publicado en el año 2018 es un relato apasionante de la trayectoria vital de sobre todo dos personas pertenecientes a especies distintas: el Autillo, un cromañón; y Nublo, un híbrido de cromañón y neardental, en los tiempos de la difícil convivencia entre las dos especies humanas que pulularon por el norte de la Península Ibérica y sudoeste de Francia en la Prehistoria inmediatamente anterior a las primeras manifestaciones artísticas de Altamira. Hace unos 40000 años, 10000 años arriba, 10000 años abajo, más o menos.

Su autor, Antonio Pérez Henares, es un periodista, escritor y editor que a muchos de ustedes les sonará de sus colaboraciones en las tertulias políticas que han surgido en los últimos tiempos en nuestro país, y que tiene un recorrido como escritor bastante interesante, sobre todo en las facetas de novela histórica, y lo que puede parecer más sorprendente, prehistórica. Su primera novela sobre esta época, Nublares, del año 2000, tuvo cierta repercusión y buenas críticas.

Se vale Pérez Henares para esta historia que nos ocupa, La canción del bisonte, de los últimos descubrimientos que se han llevado a cabo sobre la cultura de los hombres de Neardenthal, sin duda en buenta parte llegados a él por su relación con Juan Luis Arsuaga, co-director del equipo de investigaciones de Atapuerca. Y plantea unas relaciones entre esta especie, la Neardenthal, y la Cromañón, o Sapiens, no muy idílicas, pero a mi entender más realistas que las que recrean otras novelas o documentales que hay sobre este periodo de tiempo. Unos conocimientos que permiten a esta historia, así, ser un mejor reflejo de aquella época que otra inmortal novela prehistórica con la que comparte ciertas semblanzas en el título: La danza del tigre, de Björn Kurtén (2001).

Seguimos así al hombre cromañón conocido primero como el Autillo, luego como el hombre Ballena y finalmente como Lobo alto, desde su dura niñez dada su condición de huérano, hasta su maduración como hombre producida de la mano de su mentor y guía, el Errante; y en paralelo también asistimos a la no menos dura peripecia vital de Nublo, de padre neardental y madre cromañón, desde sus difíciles inicios por ser diferente en la tribu neardental en la que crece, hasta que llega a ser coronado como jefe indiscutible de ésta.

Una época tan apasionante que el autor, en una presentación del libro a la que asistí, se preguntaba si no sería la verdadera Edad de Oro de la Humanidad, idea que subrayaba con la anécdota de que en una ocasión que visitaban la cueva de Altamira uno de sus acompañantes exclamó asombrado: "¡La Capilla Sixtina de la Antigüedad!", a lo que él vino a replicar algo así (no recuerdo exactas sus palabras) como: "No. Esto es antes. La Capilla Sixtina sería la cueva de Altamira actual".


sábado, 1 de diciembre de 2018

Violetas de Marzo

"Violetas de marzo" era el término que los primeros nazis utilizaban para referirse a los advenedizos que se habían unido posteriormente al Partido Nazi. [Wikipedia]

Y es el título de la primera novela de la tetralogía "Berlin noir" del escritor escocés fallecido prematuramente en el último año Philip Kerr.

Escrita en 1989 y protagonizada por el gran Bernhard ("Bernie") Gunther, deudor de los clásicos detectives de la novela negra ideados por Dashielle Hammet y Raymond Chandler, esta novela nos sumerge en el reverso sórdido y turbio del idídico paraíso que los nazis habían, cínicamente, concebido para su nueva Alemania.

Contratado por un rico industrial para encontrar al asesino de su hija y recuperar unas joyas robadas de la caja fuerte de casa de ésta, a medida que Gunther avanza en la investigación va ascenciendo también en la jerarquía de los personajes que están implicados en el asesinato y robo. Todo esto en un Berlín en la antesala de las Olimpiadas de 1936 que los nazis se han encargado de "edulcorar" un poco para que que los muchos turistas venidos de todas partes del mundo no sospechen ni la mitad de lo que está ocurriendo más allá de las pruebas deportivas.

Así, en un pasaje de la novela, refiridiéndose al libro (censurado por los nazis) "Berlin Alexanderplatz": "Ah, ¿no se ha dado cuenta? Los escritores prohibidos están de vuelta en las librerías. Es por las Olimpiadas. Para que los turistas no piensen que aquí hay una represión tan severa como van diciendo por ahí. Por supuesto, desaparecerán de nuevo tan pronto como todo termine, pero aunque sólo sea porque están prohibidos uno debería leerlos."

Pues bien, este libro no está prohibido, pero aparte de lo recomendable que es como buen ejemplo de novela negra, en cierto sentido por el mundo en el que se desarrolla la historia, más de uno debería leerlo.


viernes, 9 de noviembre de 2018

Sabotaje

Sabotaje (Alfaguara, 2018) se trata de la tercera entrega de la saga del escritor Arturo Pérez-Reverte sobre Lorenzo Falcó, y comienza con bonita y a la vez triste dedicatoria:

"A Lorenzo Pérez-Reverte, soldado de la República, que fue a la guerra cuando tenía dieciséis años, regresó con diecinueve y murió antes de cumplir los veintidos."

Lo que me recordó cuando lo leí, como no, a su "Patente de corso" :
https://www.xlsemanal.com/firmas/20170702/perez-reverte-mi-tio-lorenzo.html

Se trata éste de un libro, como todos los de Reverte, redondo, estudiado, de relojería suiza en todos los detalles con los que nos transporta al París de la época.

Dice el autor que de momento va a dejar descansar a este espía canalla, porque, como podría explicarlo él mismo, tiene otras cosas en el petate o la quijotera, que le están pidiendo que las airee. ¿Será una nueva novela de Alatriste? Crucemos los dedos, o las espadas.

Por lo demás, aquí les dejo un fragmento que me ha gustado especialmente de la historia:
"Los hombres, pensó una vez más, nacen, caminan, pelean y se apagan. Mientras tanto, era formidable seguir jugando a juegos nunca olvidados, vivir en márgenes que uno mismo fabricaba; siempre, naturalmente, que se estuviera dispuesto a pagar cuando llegasen las facturas. Que al final llegaban, o llegarían. Pero mientras tanto la sangre corría por las venas de otra manera, y sentirlo así era un privilegio próximo a la felicidad: acción, mujeres, un cigarrillo, una aspirina, hoteles de lujo, pensiones sórdidas, falsos pasaportes, fonteras inciertas cruzadas al amanecer, un traje de Savile Row, una gorra proletaria, unos zapatos a medida de Scheer& Söhne, un chato de vino en un burdel barato, una cuchilla de afeitar en la badana de un sombrero de ochenta francos, una pistola idéntica a la que había desencadenado la Gran Guerra, una sonrisa irónica y divertida ante el espectáculo de un mundo que Falcó apuraba hasta la última gota de la botella. Un desafío, en fin, a la vida y también a la muerte, en espera de la carcajada final."